viernes, 3 de julio de 2009

SEÑORA

Por César E. Pérez

Para todas las señoras que hacen del deseo
una profesión y de su profesión una vida.


Agujas que llevan su paso garboso,
En el continuo andar de una inesperada existencia,
Rubores, sombras y máscaras de pestañas son compañeras
En al diario afán de llevar algo a la mesa.

La negociación, la comprensión, ciertamente la inflexibilidad,
Son partes importantes de sus quehacer, de su trabajo,
Podría admitir ciertas rebajas, pero el dinero es sagrado,
Podría escuchar mil historias y eso sería un descanso.

Las calles las ha recorrido de arriba para abajo,
Cada recoveco de ellas las conoce bien,
La noche y el aire son sus consejeros y vigilantes,
Mientras que en casa duermen sus ángeles guardianes.

El trabajo es arduo y cansado, sobretodo desvelado,
Las recompensas a veces escasas, si no es que nulas,
Los ideales hace ya mucho que se han perdido
Y ya la esperanza está algo marchita.

Se suceden las noches, una tras otra,
Desfilan los marchantes observando, preguntando,
Ofreciendo, regateando y comprando,
Contribuyendo, a su manera, al ajeno existir.

Aún así, no hay día que no busque un nuevo color,
Una prenda más atractiva, un perfume, una arruga.
No hay día en que no ensaye la sonrisa,
La mirada coqueta, la voz profunda,

No hay día que no persiga la felicidad
Y el deseo de poder vivir en paz.

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