Por César E. Pérez
Las suelas de mis zapatos despegadas, el saco que de tan arrugado parece de lino, el pantalón hecho una lástima y el horizonte a medio gris...
Recorde cómo bajo la lluvia camino lento, sintiendo a cada paso cómo resbalan las gotas por mi pelo y detenerse al caer en mis hombros, cómo se embeben mi lentes hasta que es imposible mirar con ellos y como esa caída de agua me regala otra perspectiva.
Mientras escurría agua me diviertía ver el estupor en la cara de la gente que corría a mi lado, de la que se guarecía en los breves techados del camino y de las que se arremolinaban en los los únicos y mínimos espacio secos.
Al llover, el arcoiris significaba mucho para mi, pues significaba la posibilidad de brincotear en charcos, mojarme completo y a la vez sentir un muy especial calor del sol, que sólo con esa combinación es posible sentir y que a la vez es imposible describir.
Más aún, lo usé como estrategia para no ir a la escuela, para tener tos, gripe, anginas o por lo menos un resfriado que me permitiera jugar más y estudiar menos.
Ya no lo he hecho, no por falta de ganas, sino por falta de tiempo y de lluvias, y de lluvias y de sol, de padecimientos y escuela, y por un exceso de transporte y actividades, de carreras y estrés, y por una triste falta de espacio abierto y tiempo libre.
Tus mensajes, o la falta de ellos, me hacen tenerte presente cada vez que un tengo uno positivo que compartir, y porque cada uno de ellos se vuelve el arcoiris que la combinación de la lluvia y el sol hacen nacer, lo que le agrega pinceladas de color a mi trasiego diario.
Cesar es hermoso tu escrito..
ResponderEliminarA veces, solo algunas, la sabiduría no necesita ornarse con ropajes retóricos ni voluminosos libros sesudos, le bastan una pocas palabras para mostrarnos toda la grandeza de ese saber..de ese sentir y asi mismo lo haces tu ..con todo mi cariño y afecto..Sylvia Davila.
per sempre.♥