miércoles, 8 de abril de 2009

NOSTALGIA INÚTIL II, UNA REAL HISTORIA

El principio pareció un triunfo, la nueva reina abatía a la vieja, le había arrebatado a su amante, a quien el rey, engañado, creía casi su hermano.

Herida, la vieja reina se acendró sobre la nueva hasta expulsarla de sus dominios reales, obligándola a valerse por si misma en pago por ofrecerle su joven sexo a su viejo amante.

El rey, que sabía del real engaño de su consorte, no dudó en apoyar las licenciosas intenciones de su casi hermano, ofreciéndole a la nueva, joven y ahora ex reina como derecho de pernada, regalándole el mismo ese joven, aunque experimentado sexo, para no perder el que la realeza le había conseguido hace muchos años.

Y la joven ex reina, a la que nadie tomó en cuenta, se volvió a hundir en una podredumbre que nunca pudo superar y que le venía de los años en que quiso explorar y conocer el mundo, experiencia de la que sólo pudo obtener maltrato, abuso sexual consentido y absoluto desamor. Pero, en ese momento que era ofrecida por el rey como prenda fornicatoria, ella terminó confundiéndose entre lo que creyó, como en antaño, sincero amor de un viejo lobo, que sólo deseaba desechar la vieja y rasposa zalea de una oveja anquilosada por la nueva y aterciopelada de la joven.

El viejo lobo había abusado de la alta realeza y hacía de las suyas ofreciéndole a la joven ex reina una aproximación al paraíso no una, sino dos veces, deshaciéndose de ella en el mismo número de ocasiones.

Hombre de costumbres arcaicas, el lobo movió a la joven ex reina en periodos anuales, en medio le ofrecía matrimonio, al final deshacía el compromiso destrozándole el corazón y reconquistándola al inicio de la primavera.

El rey, al verla destrozada un tercio de veces, cada vez sólo atinó a seguir apoyando al viejo lobo, ofreciéndole en cada agresión el sexo de una cada vez más ignorada joven ex reina. Temía, el viejo rey, que de dejarla, él perdería nuevamente a la vieja reina.

La joven ex reina nunca pensó en si misma, sólo se asumió como un objeto, no de placer sino, otra vez, de uso y abuso como en el pasado reciente, dónde el que quisiera podría tener placer carnal con ella, más aún su reunían las características del viejo lobo: fealdad extrema, agresividad alta, ignorancia supina, descerebrados y muchos años.

Ella alguna vez tuvo inquietudes, sueño, proyectos, anhelos y preferencias, en los que hizo los pasos iniciales, tomó el inicio del camino, pero nunca luchó por ellos, sólo se dejó hacer: sexo, agresión, maltrato, abandono. Ahora el uso y el abuso corría a mano del rey y del lobo.

Pero el lobo, finalmente viejo y cansado, no vibraba al mismo ritmo que la joven ex reina, además su propia manada ya crecida le exigían mayor atención y dejarse del ridículo que significaba tener una víctima que bien podría ser parte de su prole. Entonces la desechó, como heces en el caño.

La joven ex reina asumió la realidad como lo que era, un objeto vacío, con inexpresividad y sin sentido, lo único que le hacía vivir era el abuso, de todos los tipos, y la agresión de la que objeto por los horribles machos que se cebaban ante la magnificencia y disponibilidad de sus carnes.

El amor nunca fue parte de su imaginario, nunca un hombre antes le mostró siquiera cariño, más aún ella misma siempre rechazaba las muestras de amor verdadero, nunca se sintió merecedora de que un hombre leal le dijera que la amaba, tanto que cuando apareció en su vida el varón que movió su corazón y sus entrañas, que revolucionó su pecho y que por primera vez lubricó su vagina por el deseo verdadero generado por el amor, optó por alejarlo y deshacerse de él, pues se convenció de no ser merecedora de tanta felicidad y deseo. En esta ocasión, del lado negativo, no era la excepción, el viejo lobo, en quien había depositado sus de por si exiguas esperanzas, no había hecho más que repetir el proceso que ya otros muchos llevaron a cabo: la había usado, se había divertido y la había tirado.

Así, la vieja reina había sido vengada, el dolor que la joven ex reina le había provocado se le había revierto, si bien estaba obligada a vivir permanentemente con el rey, ahora sabía que el viejo lobo regresaría rogándole por sus besos, caricias y abrazos.

Por justicia, pensó la vieja reina a su modo, el mismo rey volvería a desquiciarse por la infidelidad que había solapado desde el principio y de la que quiso librarse ofreciendo en sacrificio a la joven ex reina, ahora presa del vacío, desterrada, agredida, abusada, desechada y afianzando su ya bajísima autoestima. La vieja reina había triunfado sobre su principal enemiga.
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Pero una vez no es suficiente, y eso se sabe sólo en propia carne, se vuelve a caer una y otra vez en el mismo error, varias veces con la misma persona y repetir el esquema con otra.

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